domingo, 9 de diciembre de 2007

por dió!


qué hago en la Roca del Vallés? Distraigo mis tristezas o intento darle premio a mis incontables esfuerzos? Pero no hay solución. Ni para las unas ni para los otros. Y menos en un lado que en el otro. Y menos aún aquí, donde las retiendas repijas me irritan erre que erre aunque les llamen outlets. ¿Qué hago yo aquí? Además de congelarme y de querer descuartizarme las venas un poco más, algo más de lo que ya están, porque lo más cercano a la belleza o a la expresión poética me llega a través del olfato... el olor a caca de algún caballo que no debe pastar muy lejos de aquí, al menos él, me lo imagino, algo más vivo y más feliz que esto que está aquí, que soy yo, sentada sobre un puente pastando arrugas insondables, elucubraciones dispersas mientras la felicidad y la navidad me hieren al unísono con villancicos de doble y triple vuelta. ¿No tendrán otro disco? Canciones gringas y melosas, pegajosas como las aceitunas en almíbar. Por dió! Grito en silencio para no desentonar con este ambiente mega glamoroso que se respira aderezado de niños gordos y rosados, niños consola que arrastran sus abrigos y sus marcas mientras desgañitan en estos acomodados parques sueños de capitanes mandando a marineros sin fortuna, menos afrutados, más acojonados, pobres ellos, siempre pobres bestias de la manada, inciertos de futuro que sólo bañan la esperanza con sueños de extralujo de un relujo con regusto que no disfraza su mal gusto, su gusto por un gusto sin gusto que ralla lo impersonal y se deleita en lo vulgar.

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