domingo, 23 de diciembre de 2007

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Como azafatas. Bon profit. Así eran mis compañeras de despacho. O al menos lo intentaban. Sonrientes falsamente amables, ojos de brillo teñido, taconeando pasillos. Olé de pie mi niña, de pie siempre de pie, te quito la silla, y prohibidísimo leer. Sobre todo leer. Les daba a todas algo así como un extremus descomposisium en los estomaquitos rellenitos. Estómagos todos detestados, deprimidos por menopaúsicas dietas, ricas en proteínas pueriles, ricamente numéricas, falsamente adineradas, asalariadas, asalchichonadas, enchorizadas, brillantes de supermarqué. Sensibilidad marujil. Afamades. Féminas afeminadas de maridos machorritos, muy mas menos hombres, muy más menos trabajadores, muy menos aún menos folladores, desgastados galantes de la juventud. Acondicionados cabellos, ellas, fragancias de segunda, rostros en ristra alistados desde ya para un temprano carnaval. Hay hambre, siempre hay hambre. Pero el caramelito no calma la sed, ni la golosina desidiotiza. Castigada por leer, por hablar diferente, por ser. Perdonadme. Guapas, reguapas y relistas. Todas. Se salva mi flor flora y la isabelita que no es petita. Máscaras miedosas, cizañeras y punzantes. Una: mis renovado dolor de hernia, mis cansancio de buena mañana, mis ánimo despachado. Despacho en despecho. Les faltaré yo. Simple inyección. Volveré? Qui lo sa?

2 comentarios:

Marileo dijo...

... madre mía, qué paciencia... y fuiste valiente y paciente para regresar a la plaza de toros-vacas?

la sonrisa del calabacín dijo...

No he vuelto...
Y espero no tener que hacerlo.
Aunque bien pienso que ahí no me quieren y yo tampoco las quiero. No faltaba más, ¡que el despecho sea compartido!