Sigo haciendo zapping, y aunque los días van pasando siempre me encuentro al presidente hablando con el pueblo. Así puede estar horas, ocho o diez, sin comer ni beber, y claro, las leyendas ya empiezan a circular: que si toma drogas, que si tiene poderes sobrenaturales, que si qué se yo... Porque además de presentarse como un asceta incapaz de desfallecer y más infalible que el papa, tiene casi tanta omnipresencia como Dios, aunque a veces ésta le falle y se le haga tarde, y entonces tenga que pedir disculpas. Pero eso también forma parte del show, porque volviéndose humano así de pronto, sus fieles espectadores pasan de la admiración absoluta a la identificación enajenada. “Tendrán que disculparme por no poder asistir a ese acto tan bonito al cual me habían invitado ustedes, mis camaradas...” Lo escucho y pienso que más que un presidente parece un padre sobre protector y mandón, un maestro de escuela, un maestro de párvulos más bien, porque ésta es la edad mental que él ha decidido que tiene su pueblo, el de este país, su país. Y en ese tono nos cuenta, nos canta, nos educa y gobierna, repitiendo una y otra vez la misma idea, cosiendo los perfiles con imágenes y sacándole brillo a las palabras, hablando lentico como todo buen venezolano, pero más todavía, y vocalizando mucho, igualito que me hablaron los funcionarios donde fuí a sacarme el pasaporte.
En el consulado de Barcelona no hay, no llegan, pero en Venezuela sí, “ahora” hay pasaportes en el país, por eso las oficinas proliferan por todos lados, y a diferencia de otras épocas el mobiliario es nuevo, los ordenadores son de lujo y los funcionarios lucen de estreno, uniformados, limpios, peinaditos y muy educados. Son casi todos jóvenes, ellas y ellos, pero como mi paradigma de la belleza, al vivir tanto tiempo en el extranjero, se ha metamorfoseado, todos me parecen bastante feos. Después me doy cuenta que el problema no es de fealdad sino de gordura, ya que sin excepción, hombres o mujeres, están barrigones. Debe ser a consecuencia de beber muchas frías o porque la escasez y la inflación les ha obligado a todos a cambiar los hábitos de alimentación. Pero bien, los encontré a todos muy educados y muy chavistas, es decir, muy convencidos de que su trabajo es un servicio público, social y comunal, un bien endógeno que beneficia a la economía socialista del estado y al futuro de la nación.
Y como ahora Venezuela es de todos, a todos nos educan por igual, por eso en la puerta apareció un policía con aspecto militar que nos instruyó sobre cómo guardar fila sin colarse, cómo esperar, y con qué ropa vestirse, porque ninguna mujer puede entrar en la oficina de la Onidex con los hombros destapados o con un escote muy pronunciado, muy provocativo... ha de vestir lo mismo que si fuera a entrar en una iglesia, igual. El policía o militar además nos mostró con gesto de primero de a bordo dónde podíamos encontrar más información: en un papel mal pegado con celo en la puerta que le guardaba la espalda. Lo que me llamó la atención es que estos funcionarios ya no tocan el dinero, todos los pagos deben ser ingresados directamente en el banco y esto, pienso, sí que es una medida revolucionaria, porque el descontrol, los cobros por triplicado y los sobornos siempre han sido prácticas habituales en la administración pública de este país. Así cuando uno iba a realizar un trámite, lo primero que hacía era buscar al tipo, para después preguntarle: cuánto es que es? Fuera lo que fuera, y se tratara de lo que se tratara, ya fuese un documento de identificación, un certificado, un comprobante, una matriculación, o un expediente de defunción, los trámites burocráticos siempre se han comprado: una sentencia de inocencia, o de divorcio, daba igual. Era lo normal para evitar problemas, sorpresas, horas extras desperdiciadas en colas interminables y papeleos sin fin ni lógica, lo que hacía muy probable que en el transcurso de un día te encontraras dando propinas, aguinaldos y bolívares varios para el café, el almuerzo o la cerveza, es decir, bajándote de la mula sin ton ni son. Y aunque dicen que esta práctica “ahora” es imposible, lo cierto es que todavía puedes encontrar al funcionario que te asegure que con una ayudita “eso” se soluciona más rápido y mejor, mientras el policía de turno intenta sacarte tajada pidiendo tu colaboración, a pesar de que tengas los papeles en regla y no hayas cometido ninguna infracción.
A I T A N A
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Somos de la misma generación. Como escribí en La soledad de una isla (Entre
el cuarto oscuro y la utopía queer), de la generación de Los Ángeles de
Charlie...
Hace 2 meses
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