
En muchas historias de la mitología griega la escena del reconocimiento es fundamental para hacer avanzar la acción. Así, los que permanecían años apartados de sus seres queridos ofrecían a su regreso, de forma más o menos consciente, un objeto que actuaba como señuelo para su distinción: un bucle de su cabellera, una cicatriz, un relato, una joya... En aquellas historias la identificación se producía a una velocidad vertiginosa para no ralentizar el ritmo deseado por el autor. Pero eso es demasiado fácil, después de tanto y ¡cuánto!, estoy segura que aquellas mujeres esperaban encontrar algo más que una ofrenda... Querrían un gesto, supongo, que las ayudara a salir de tanto olvido y tanta confusión. Un signo que las hiciera verse indemnes del paso del tiempo en el alma de aquellos que volvían, una huella para reconocerse a su vez en el corazón de aquellos viejos, desconocidos, amados.
Esa escena, nunca escrita, es lo que a mi me gustaría leer.